364 días cuidando, 1 cazando

17 de octubre de 2018

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3,6 minutos

Artículo de José Luis López Schümmer, presidente de la Fundación Artemisan

Durante estas semanas, la veda general se abrirá en la mayor parte de la Piel del Toro, y junto con la ilusión de cazadores y gestores por salir al campo y disfrutar de la naturaleza, estarán los alegatos de los grupos anti-caza (que no ecologistas) en contra de nuestra actividad.

En primer lugar, se dirá que el sector cinegético no es tan importante para el medio rural como se piensa. Pero el estudio que realizamos en colaboración con la consultora Deloitte lo deja claro: en 2016 la caza aportó 6.475 millones de euros al PIB de nuestro país, con más de 180.000 empleos mantenidos por la caza y, agárrense, más de 230 millones de invertidos en conservación. Cabe recordar que los euros destinados a perdices, conejos, ciervos o tórtolas, también pueden beneficiar a linces, rapaces, varias decenas de paseriformes y sisones, gangas y avutardas (por citar algunos). Y ojo, que la caza no desplaza, sino que puede convivir con otras actividades tan legítimas como el turismo ornitológico, el senderismo o la recolección de setas.

Por otro lado, se defiende que «si no existiera la caza, no pasaría nada». Es posible que a un segmento importante de la población quizás no le afectaría nada el incremento de ciertas especies como el jabalí (y todas las consecuencias en seguridad vial y enfermedades transmisibles a las personas), los daños a los cultivos o la extinción del ser humano en buena parte de España. Pero como sucede en otros países «desarrollados», cuando el contribuyente tuviese que costear de su bolsillo a los «cazadores profesionales» para remediar los problemas, quizás la cosa cambiaría. Ahora bien, no piensen que los cazadores tienen la solución para todo, pero al menos que sean utilizados como herramienta de gestión cuando sea posible (y de forma gratuita para las arcas públicas).

Y por último y para rematar la faena, está la historia de que los cazadores sólo cazan y no hacen nada más por la conservación de las especies. Interesante reflexión, porque en muchos cotos y fincas sucede lo contrario. En cotos participantes en nuestro proyecto RUFA (Red de cotos Unidos por el Fomento de la perdiz roja y otras Aves esteparias), el número de días y horas para cazar algunas especies, como la perdiz roja, es tan restringido que si uno suma las horas, ¡le salen 24 horas de caza al año! Los otros 364 días son para trabajar, para cuidar y para conservar. Esta situación se repite en muchos cotos que cuidan con mucho celo y mimo a la patirroja y a otras especies, especialmente en años malos de cría, como sucedió el pasado 2017 tras la interminable sequía.

La Fundación Artemisan y las entidades que la integran seguiremos trabajando para para resolver los problemas que el sector cinegético tiene encima de la mesa, que no son pocos, pero también para que la sociedad reconozca nuestra contribución a la conservación del medio natural y rural, que en España agoniza casi sin remedio. Ojalá nuestros esfuerzos sirvan también para que, en vez de 24 horas al año, podamos salir más horas al campo y así disfrutar de esos amaneceres y lances que nos hacen sentirnos vivos.

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